lunes, 5 de septiembre de 2016

"LA TEMPESTAD": una cita con el buen teatro

Foto: Gabriel Oscar Perez
“Estamos tejidos con idéntica tela que los sueños, y nuestra corta vida se cierra con un sueño.” Así dice Próspero, el duque de Milano que, despojado de su legítimo sitial, se ha recluido en una isla desierta acompañado por su hija, Miranda.
En una cueva donde atraviesa el tiempo de su exilio,Próspero estudia y estudia también aquello ajeno a la percepción de los sentidos. No niega la magia, por el contrario la pone al servicio del bien. Claro está que Shakespeare ha escrito esta comedia en pleno período jacobino. Muerta Isabel I, y ya en sus últimos años, Shakespeare parece dedicar su pluma al tremendo cambio que han significado los acontecimientos del Siglo XVI a estos albores del XVII. La Tierra es una esfera, y ya no está en el centro del universo.
Próspero tiene a su servicio un ángel, Ariel, que representa el arte y la belleza. Es hora de dominar a las pasiones terrenas para mirar hacia las alturas. Hay que dejar atrás las antiguas certezas. La Tierra no sólo es redonda ni está quieta, es más grande y se mueve. La historia de Inglaterra supera cualquier producto ficcional. Jacobo, que asume el trono a la muerte de Isabel, es hijo de María Estuardo la reina católica a la que Isabel mandó a decapitar. Jacobo es protestante, así fue criado, y persigue brujas y brujos, su modernismo repudia a los bárbaros de las otras tierras; y son épocas de seguir guerreando con España por las posesiones de ese nuevo mundo.
Hasta aquí ciertas disquisiciones (o divagues) históricos  o filosóficos, que se suman a las innúmeras interpretaciones que, como Hamlet, ha generado La Tempestad. Tal vez, la obra del Bardo de Avon en la que más se advierte ese pensamiento propio del medioevo tardío (o el Renacimiento) que dio en llamar: “miscelánea”. Pero lo que se ve en el escenario de Andamio 90 también es otra cosa. Porque a lo que se asiste es a una ceremonia teatral que linda con lo sagrado. El adjetivo usado para este elogio ancla en los decires de Peter Brook.
Foto: Valeria Sigal
Alfredo Martín, responsable de la versión y la dirección, consigue insuflar el aire de Ariel a su puesta, dejando en claro que Calibán y su comparsa deberán esperar un par de siglos (hasta el nacimiento de Nietzsche) para tener algún tipo de reivindicación desde los severos claustros. Calibán tiene desde su monstruosidad todas y cada una de las causas por las que debe ser reeducado por la civilización Europea.
Bajo la batuta de Martín, todo el elenco se mueve con natural gracia y solvencia; y la pareja de Miranda y Fernando (que debe prometer castidad hasta la noche del himeneo tal como las leyes y Dios mandan), no pudo estar mejor elegida. 
Foto: Valeria Sigal
Pero no se puede evitar un particular elogio a Marcelo Bucossi (Próspero). Su interpretación es brillante. Porque aún desde la sólida formación, y el abultado currículum que se le conoce, Bucossi (como Próspero) ha decidido romper la vara mágica, y ofrecernos un trabajo en el que alcanza la verosimilitud con la elegante economía de recursos que el actor aplica en su composición. Y también cabe subrayar el trabajo de Mariano Falcón (Calibán), símbolo de la desmesura, que paradójicamente también actúa ajeno a cualquier tentación “pirotécnica” a la que fácilmente podría sucumbir. Casi con las mismas palabras se puede hablar del trabajo de la dúctil Bianca Vilouta Rando. De todos modos, como quedó antes dicho, todo el elenco acompaña en armonía con el buen gusto y la buena interpretación.
Podríamos terminar diciendo: La Tempestad, insistimos, invita a incontables hipótesis, pero si alguien quiere tener una amable cita con una de las más inquietantes obras de William Shakespeare y con el buen teatro, sólo debe acercarse a la calle Paraná 660 los viernes, a las 19:45.


FM y SM

FICHA TÉCNICA:


LA TEMPESTAD, de William Shakespeare

Versión: Alfredo Martín

Intérpretes: Julian Belleggia, Marcelo Bucossi, Ariel Delgado, Nicolás Fabbro, Mariano Falcón, Daniel Goglino, Brenda Margaretic, Pablo Mariuzzi, Gabriel Nicola, Nicolás Olmos, Margaret Planes, Gustavo Reverdito, Marcelo Rodriguez, Bianca Vilouta Rando, Ivan Vitale

Música en escena: Margarita Rodríguez Planes

Vestuario: Aníbal Duarte

Objetos: Ana Revello, Gustavo Reverdito

Maquillaje: Ariel Nesterczuk

Diseño de escenografía y luces: Héctor Calmet

Música original: Gustavo Twardy

Asistencia de dirección: Cecilia Nicolich, Analia Sirica

Dirección y puesta en escena: Alfredo Martín

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