Foto: Gabriel Oscar Perez |
“Estamos
tejidos con idéntica tela que los sueños, y nuestra corta vida se cierra con un
sueño.” Así dice Próspero, el duque de Milano que, despojado de su legítimo
sitial, se ha recluido en una isla desierta acompañado por su hija, Miranda.
En una cueva donde atraviesa el tiempo de su exilio,Próspero estudia y
estudia también aquello ajeno a la percepción de los sentidos. No niega la
magia, por el contrario la pone al servicio del bien. Claro está que
Shakespeare ha escrito esta comedia en pleno período jacobino. Muerta Isabel I,
y ya en sus últimos años, Shakespeare parece dedicar su pluma al tremendo
cambio que han significado los acontecimientos del Siglo XVI a estos albores
del XVII. La Tierra es una esfera, y ya no está en el centro del universo.
Próspero tiene a su servicio un ángel, Ariel, que representa el arte y la
belleza. Es hora de dominar a las pasiones terrenas para mirar hacia las
alturas. Hay que dejar atrás las antiguas certezas. La Tierra no sólo es
redonda ni está quieta, es más grande y se mueve. La historia de Inglaterra
supera cualquier producto ficcional. Jacobo, que asume el trono a la muerte de
Isabel, es hijo de María Estuardo la reina católica a la que Isabel mandó a
decapitar. Jacobo es protestante, así fue criado, y persigue brujas y brujos,
su modernismo repudia a los bárbaros de las otras tierras; y son épocas de
seguir guerreando con España por las posesiones de ese nuevo mundo.
Hasta aquí ciertas disquisiciones (o divagues) históricos o filosóficos, que se suman a las innúmeras
interpretaciones que, como Hamlet,
ha generado La Tempestad. Tal vez,
la obra del Bardo de Avon en la que más se advierte ese pensamiento propio del
medioevo tardío (o el Renacimiento) que dio en llamar: “miscelánea”. Pero lo
que se ve en el escenario de Andamio 90
también es otra cosa. Porque a lo que se asiste es a una ceremonia teatral que
linda con lo sagrado. El adjetivo usado para este elogio ancla en los decires
de Peter Brook.
Foto: Valeria Sigal |
Alfredo Martín, responsable de la
versión y la dirección, consigue insuflar el aire de Ariel a su puesta, dejando
en claro que Calibán y su comparsa deberán esperar un par de siglos (hasta el
nacimiento de Nietzsche) para tener algún tipo de reivindicación desde los
severos claustros. Calibán tiene desde su monstruosidad todas y cada una de las
causas por las que debe ser reeducado por la civilización Europea.
Bajo la batuta de Martín, todo el
elenco se mueve con natural gracia y solvencia; y la pareja de Miranda y
Fernando (que debe prometer castidad hasta la noche del himeneo tal como las
leyes y Dios mandan), no pudo estar mejor elegida.
Foto: Valeria Sigal |
Pero no se puede evitar un
particular elogio a Marcelo Bucossi (Próspero). Su interpretación es brillante.
Porque aún desde la sólida formación, y el abultado currículum que se le
conoce, Bucossi (como Próspero) ha
decidido romper la vara mágica, y ofrecernos un trabajo en el que alcanza la
verosimilitud con la elegante economía de recursos que el actor aplica en su
composición. Y también cabe subrayar el trabajo de Mariano Falcón (Calibán), símbolo de la desmesura, que
paradójicamente también actúa ajeno a cualquier tentación “pirotécnica” a la
que fácilmente podría sucumbir. Casi con las mismas palabras se puede hablar
del trabajo de la dúctil Bianca Vilouta
Rando. De todos modos, como quedó antes dicho, todo el elenco acompaña en
armonía con el buen gusto y la buena interpretación.
Podríamos terminar diciendo: La
Tempestad, insistimos, invita a incontables hipótesis, pero si alguien quiere tener
una amable cita con una de las más inquietantes obras de William Shakespeare y
con el buen teatro, sólo debe acercarse a la calle Paraná 660 los viernes, a las 19:45.
FM y SM
FICHA TÉCNICA:
LA TEMPESTAD, de William
Shakespeare
Versión: Alfredo Martín
Intérpretes: Julian
Belleggia, Marcelo Bucossi, Ariel Delgado, Nicolás Fabbro, Mariano Falcón,
Daniel Goglino, Brenda Margaretic, Pablo Mariuzzi, Gabriel Nicola, Nicolás
Olmos, Margaret Planes, Gustavo Reverdito, Marcelo Rodriguez, Bianca Vilouta
Rando, Ivan Vitale
Música en escena: Margarita
Rodríguez Planes
Vestuario: Aníbal Duarte
Objetos: Ana Revello, Gustavo
Reverdito
Maquillaje: Ariel Nesterczuk
Diseño de escenografía y luces: Héctor
Calmet
Música original: Gustavo Twardy
Asistencia de dirección: Cecilia
Nicolich, Analia Sirica
Dirección y puesta en escena: Alfredo
Martín
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