Me invitan al teatro como otras tantas veces. Cuando digo que estoy ensayando y tengo los horarios ajustadísimos, me contestan: "Esta obra va los domingos a las 11.30 de la mañana... ¿también ensayas a esa hora?"
Ups... Nono... Pero este domingo no puedo. Uy el otro ya está todo repleto y el otro también y así hasta julio. Me quedo frustrada por no haber podido en primera instancia pero de golpe un llamado: "agregamos unas funciones... algunos sábados a las 16.30."
¡El sábado 25 puedo! , digo casi gritando de entusiasmo...
Hoy fue. Conmoción fue. Experiencia fue. Es. Sigue siendo, en este atardecer rosado de este otoño que propone e impone. Conmocionada, conmovida, profundamente interpelada he quedado. "Mi hijo camina sólo un poco mas lento" no es sólo un excelente espectáculo. Es una manera de hacer teatro, es una forma de respetar la vida, es un poner incómodo al espectador para que se vaya pensando en cuestiones en las que no queremos pensar. Porque incomodan, justamente.
La propuesta es arriesgada, intensa, brava. El grupo de actores rompe formas. Arriesgan, apuestan, provocan. Y ganan. Ganan. La mirada del director sobre esa obra es de un bordear los límites, un huir por la tangente de lo establecido, un "terremotear" emociones. El público ríe, llora, vuelve a reír, vuelve a llorar y, en el final, ovaciona mudamente porque ha quedado sin palabras.
Gracias Carolina Alfonso por la invitación. Gracias Guillermo Cacace por el talento, por esa aventura teatral tan aguerrida, tan profunda.
Quedé, realmente en estado de bella conmoción. Una de las mejores tardes de sábado que he vivido en mucho tiempo. Uno de esos acontecimientos teatrales que una recordará una y otra vez, y pondrá de ejemplo mil veces, y sacará del arcón de los tesoros en algún momento en que la imaginación falte a la cita.
"Mi hijo sólo camina un poco mas lento". Si te gusta el buen teatro, no podes dejar de verlo.