Estuve casi dos
horas antes en el bar de la cuadra y allí desde todas las mesas se escuchó en
algún momento decir “la peli”. Cuando crucé la avenida Corrientes, la cola de más de una cuadra daba
vuelta sobre Paraná desde la puerta del Lorca. La mayoría era gente muy joven y
la pregunta recurrente era “¿esta es la cola para ver “la peli”?
"La peli". No hacía falta ni decir el título. Eso le sumó emoción a mi emoción y me puso, claro, en un estado de emoción extrema.
“El Lorca” estaba
prácticamente lleno cuando entré a la sala. Y había en el aire una luz dulce y
sonrosada, una blandura que invitaba a recostarse suave en la butaca.
Delia, mi
hermana, estaba ahí conmigo sin duda alguna. Junto a muchas otras presencias
ahora y siempre.
Ninguna distancia
hubo entre esa pantalla grande y aquella
otra del televisor en el que seguimos el juicio en aquel 1985 en el que todo
era futuro y esperanza y la algarabía mecía el dolor de los testimonios. Ahí
estaba mi hermana tomándome de la mano, abrazándome y abrazándose a mí… Ahí, allí, acá, allá. El tiempo se borró por un rato y todo fue un solo presente.
A mí Darín nunca
me defrauda en lo artístico. Pero Peter Lanzani hace un trabajo consagratorio. Ahí
están, en ellos, Strassera y Moreno
Ocampo, otra vez hasta el infinito, haciendo y diciendo lo que necesitábamos y
seguimos necesitando. Todo el elenco está impecable –emoción agregada ver
amigas y amigos admirades ahí- y la ambientación nos devuelve por un rato a los tumultuosos
´80.
Para una gran
parte del público ver “Argentina 1985” es la confirmación de haber vivido –y seguir
viviendo- una parte importante de la historia argentina. Tanto que por momentos
parece que una se va a encontrar -se va a ver- allí, en esas calles, en esos colores, en ese
olor a pucho constante de todos los espacios.
No pude gritar en
el final nuestro alarido de Memoria, Verdad y Justicia. No me animé. El “30.000
compañeros detenidos desaparecidos PRESENTE AHORA Y SIEMPRE” me quedó enredado en el alma.
Recién cuando
llegué a casa lloré.