No hubo espacio a alusiones de los últimos sucesos políticos: la noche del martes fue de puro festejo alrededor de una figura reconocida como “el tátele” del ambiente. Hubo palabras sentidas, regalos especiales y un minishow del Grupo de Titiriteros.
“No pude impedirlo”, decía semanas atrás Kive Staiff en un café de la calle Uruguay, refiriéndose al homenaje que se estaba proyectando en el Teatro del Pueblo. Era evidente su desconcierto. Tal vez por eso su contención al momento de agradecer el tributo de los artistas amigos, brindado el martes por la noche en la sala de Diagonal Norte al 900. Fue breve, como en el discurso que pronunció pocas horas más tarde, en el teatro El Nacional, cuando la Asociación de Críticos del Espectáculo le entregó una plaqueta por los cincuenta años de la inauguración del Teatro General San Martín, que aún conduce como director general y artístico en transición hasta el 31 de diciembre. En Del Pueblo se disculpó por su sobriedad. Padecía una afonía leve, circunstancia que un psicoanalista amigo suyo interpretó que era generada por su deseo de “zafar”. Staiff lo confesó entre reparos. De todos modos, dejó constancia de que, pese a los obstáculos, había ejercido su cargo con gran felicidad y que le resultaba raro estar sobre un escenario, porque ése no era su lugar, a pesar de haber dedicado gran parte de su vida al teatro. El afecto brindado a Staiff fue multiplicándose a lo largo de la velada. No hubo alusiones a asuntos políticos ni administrativos sobre este período de transición. Se supone que antes del 31 de diciembre se habrá nombrado al director artístico y que el director general será, a partir del 1º de enero de 2011, Carlos Elía, hoy director general adjunto.
Sin apartarse de ese clima de regocijo que suele acompañar a los que se sienten “familia de artistas” –según calificó el periodista Pablo Zunino–, la actriz Ingrid Pelicori recordó que siendo una niña, en su casa se hablaba de “kivestaif” (así le sonaba) y ella suponía que era una palabra mágica, especie de abracadabra. Su fantasía de niña concordaba con la profesión de sus padres: la actriz Iris Alonso y el actor Ernesto Bianco. En su memoria quedaron grabados otros buenos tiempos que la relacionaban con el homenajeado: el de su primera juventud en el Elenco Estable del TGSM, fundado por Staiff. Y todo esto dicho antes de recitar los conmovedores versos de “Mi ciudad y mi gente”, de Eladia Blázquez (“Aunque me dé la espalda de cemento,/ me mire transcurrir indiferente,/ es ésta mi ciudad, ésta es mi gente.../ y es el lugar donde a morir, me siento.”)
En la sala colmada se hallaban Griselda Gambaro, Renata Schussheim, Alfredo Arias, Villanueva Cosse, Daniel Suárez Marzal, Edgardo Cozarinsky, Sergio Renán, José Miguel Onaindía, Alicia Berdaxagar, Juan Carlos Distéfano, Sandra Guida, Jorge Halperín, Daniel Divinsky, Nelly Skliar, Manuel Iedvabni, Cocho Paolantonio, Teresa Escalante, Ugo Urguijo, Magdalena Viggiani, Jorge Graciosi y, entre otros, los integrantes de la Fundación Carlos Somigliana, que prestaron el teatro y organizaron el evento, coordinado por Jorge Winokur. Aquellos que tomaron la palabra optaron por los apuntes o las anécdotas risueñas, algunas intencionadas, como las del dramaturgo Roberto “Tito” Cossa, quien se refirió a contiendas del ambiente teatral; a esos dimes y diretes que por años circularon en torno del Elenco Estable del TGSM, pues, cuando no había elenco, los artistas clamaban porque lo hubiera, y cuando fue creado, también protestaron. En relación con la trayectoria del director, Cossa apuntó: “Hubo otros directores en el San Martín, pero siempre volvieron a llamarlo a Kive para sacar las papas del fuego. Ahora –aconsejó, dirigiéndose a Staiff, ubicado en la platea– descansá dos o tres años, porque estoy seguro de que te van a volver a llamar. Jubilado no te veo”.
La alocución del dramaturgo y novelista Carlos Gorostiza hizo sonreír al auditorio cuando, elevando repentinamente el tono de su voz, preguntó a su esposa Teresa si se lo oía bien. “Ella me dijo que hablara fuerte...”, explicó. También este autor aludió –sin explicitarlos– a los numerosos obstáculos que debió sortear Staiff en sus diferentes gestiones. La actriz Beatriz Spelzini recordó su ingreso al TGSM, y otro tanto hizo el actor Horacio Peña, quien confesó que para él, Kive era el “tátele” que le dio la posibilidad de ser “lanza número 24” en el Teatro. Estos artistas, junto al actor Jorge Suárez, recitaron un poema de Jorge Luis Borges. La actriz y directora Alicia Zanca destacó la importancia que tuvo para ella una crítica elogiosa de Staiff, mientras éste trabajó en el diario La Opinión. Aquel elogio le sirvió para pedirle trabajo, cuando fue designado director del TGSM, espacio que –dijo– le sigue produciendo gran disfrute, entre otros motivos porque es el único lugar en el que la llaman “nena”. Indirectamente, Zanca traía al presente la época en que el entonces periodista y crítico recibió la oferta de hacerse cargo del Teatro. Esto fue a fines de 1971. Staiff aceptó y programó la temporada 1972.
En el escenario, el actor chileno Patricio Contreras subrayó el cálido recibimiento del hoy homenajeado, cuando el Grupo Ictus y él mismo se presentaron en Buenos Aires, corridos por la dictadura de Augusto Pinochet. Contreras no mencionó la tan querida palabra tátele, pero sí padre, que no es menor. En el tramo final del tributo, el Grupo de Titiriteros del TGSM, que dirige Adelaida Mangani, ofreció un minishow. Ahí mismo, Mangani fue interrumpida por el profesor Don Literario, un títere afinado para el juego de palabras. Y hubo regalos para Staiff: un pequeño títere que había sido confeccionado por el fallecido Ariel Bufano, el título honorario de Gran Maese y un retrato firmado por Hermenegildo Sábat, que entregó la actriz Laura Novoa.
* Fuente: Página 12 (12 de agosto, 2010). Nota: Hilda Cabrera
* El título de esta entrada es de Tenerte al Tanto.
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